miércoles, 29 de marzo de 2017

Escuela participativa y de consensos

Edwin Tumiri Vargas
La escuela no es una isla, la razón de existir es en tanto y cuanto responda a las necesidades de la comunidad en la cual se encuentra inserta. Al respecto, dentro de la Escuela de Warisata, la comunidad en su conjunto educaba y se educaba. “La escuela perdía su razón de ser como recinto aislado, cerrado, apartado de la sociedad, puesto que, siendo la sociedad misma, su verdadero claustro, era el vasto mundo donde esa sociedad trabajaba y luchaba por sobrevivir” (Salazar, C. 1992:93). En efecto, la escuela es un espacio donde se debieran vincular las actividades del aula con las prácticas comunitarias.  Es decir, vincular a todos los actores de la comunidad en la búsqueda de un objetivo común: desarrollar, potenciar y renovar valores, conocimientos, habilidades y actitudes de las actuales y futuras generaciones.
En este sentido, la comunidad de ahora, de ayer y después, tiene siempre algo que ofrecer a la escuela, y la escuela tiene siempre algo para la comunidad. Sin embargo, las escuelas convencionales plantean sus Proyectos Educativos Institucionales Comunitarios (PEIC) sin tomar en cuenta a la sociedad, pues, se lo planifica desde la escuela (dirección y plantel docente), y en muchos casos se planea el desarrollo comunitario en las aulas. Aunque esta corresponsabilidad es compartida, pues, muchos de las instituciones asentadas en la comuna no asisten a las invitaciones que propicia la escuela.
En este sentido, la escuela requiere, indiscutiblemente, la participación de la colectividad, esto es: estudiantes, padres de familia, la comunidad, y requiere la participación de instituciones acantonadas en  el lugar. Es decir, los procesos de enseñanza y aprendizaje requieren de la participación consensuada de la colectividad. Al respecto, Huanacuni F. (2010) señala:
Desde nuestra cosmovisión se concibe que todo es parte de la comunidad y la comunidad se entiende como una unidad más allá de lo social, por lo tanto los procesos de aprendizaje no pueden ser individuales o aislados del entorno, porque la naturaleza nos indica que todo está conectado. La vida de uno es complementaria a la vida del otro. Al final todo en la vida se expresa en una reciprocidad dinámica permanente. Entonces, en la educación comunitaria la enseñanza no puede estar aislada de la naturaleza, sino más bien debe enseñar, comprender y respetar las leyes naturales. (pág. 42)
Por otro lado, el éxito de los planes, programas y proyectos destinados a mejorar el bienestar de la población dependen de la participación activa de todos sus actores, pues, los habitantes tienen valores, conocimientos, habilidades y actitudes que pueden ser fortalecidas a partir de su incorporación en las actividades del proyecto y las actividades curriculares de la escuela.
En la actualidad, la participación de los padres de familia se limita a controlar el rendimiento escolar del hijo, es decir, la participación de los padres de familia en las actividades curriculares de la escuela posee una condición media que no alcanza la excelencia.
Por lo expuesto anteriormente, se debe tender un puente entre el maestro, los padres y los estudiantes, además de instituciones comprometidas a mejorar el bienestar de la comunidad, por ejemplo, la policía, la universidad, los centros de salud, las organizaciones ambientales, entre otros. Una forma de tender lazos entre la escuela, la familia y la comunidad es que la escuela debe ser un espacio para consensuar  la mejora de diferentes actividades económicas, sociales y culturales de la comunidad donde se encuentra inserta.
Finalmente, todos somos corresponsables de transmitir valores, conocimientos, habilidades y actitudes a las futuras generaciones. En consecuencia, la escuela debe, a través de los estudiantes, padres de familia, plantel docente y administrativo, instituciones, incorporar gradualmente, y de manera participativa y consensuada, innovaciones en el seno de las comunidades que busquen mejorar la calidad de vida de sus habitantes. Asimismo, la escuela puede convertirse en un instrumento estratégico para implementar iniciativas individuales y colectivas que mejoren las condiciones de vida de las familias, ya que cuenta con todo el potencial necesario para ese cometido, pues, llegan a ella niñas, niños, adolescentes y jóvenes “delegados” de cada familia y, a través de ellos, se puede alcanzar a los adultos.

Revisión bibliográfica
HUANACUNI Mamani, Fernando.
(2010).           Buen Vivir / Vivir Bien: Filosofía, políticas, estrategias y experiencias regionales andinas. Lima, Perú.
SALAZAR Mostajo, Carlos
(2006).                       Warisata Mía. El Alto, La Paz – Bolivia. El cóndor Boliviano Editores.
(1992).                       La Taika, Teoría y Práctica de la Escuela Ayllu. La Paz – Bolivia. Librería Editorial G.U.M.



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