Escuela participativa y de consensos
Edwin
Tumiri Vargas
La escuela no
es una isla, la razón de existir es en tanto y cuanto responda a las
necesidades de la comunidad en la cual se encuentra inserta. Al respecto,
dentro de la Escuela de Warisata, la comunidad en su conjunto educaba y se
educaba. “La escuela perdía su razón de ser como recinto aislado, cerrado,
apartado de la sociedad, puesto que, siendo la sociedad misma, su verdadero
claustro, era el vasto mundo donde esa sociedad trabajaba y luchaba por
sobrevivir” (Salazar, C. 1992:93). En efecto, la escuela es un espacio donde se
debieran vincular las actividades del aula con las prácticas comunitarias. Es decir, vincular a todos los actores de la
comunidad en la búsqueda de un objetivo común: desarrollar, potenciar y renovar
valores, conocimientos, habilidades y actitudes de las actuales y futuras
generaciones.
En este
sentido, la comunidad de ahora, de ayer y después, tiene siempre algo que
ofrecer a la escuela, y la escuela tiene siempre algo para la comunidad. Sin
embargo, las escuelas convencionales plantean sus Proyectos Educativos
Institucionales Comunitarios (PEIC) sin tomar en cuenta a la sociedad, pues, se
lo planifica desde la escuela (dirección y plantel docente), y en muchos casos
se planea el desarrollo comunitario en las aulas. Aunque esta
corresponsabilidad es compartida, pues, muchos de las instituciones asentadas
en la comuna no asisten a las invitaciones que propicia la escuela.
En este
sentido, la escuela requiere, indiscutiblemente, la participación de la
colectividad, esto es: estudiantes, padres de familia, la comunidad, y requiere
la participación de instituciones acantonadas en el lugar. Es decir, los procesos de enseñanza
y aprendizaje requieren de la participación consensuada de la colectividad. Al
respecto, Huanacuni F. (2010) señala:
Desde nuestra cosmovisión se concibe que todo es
parte de la comunidad y la comunidad se entiende como una unidad más allá de lo
social, por lo tanto los procesos de aprendizaje no pueden ser individuales o
aislados del entorno, porque la naturaleza nos indica que todo está conectado.
La vida de uno es complementaria a la vida del otro. Al final todo en la vida
se expresa en una reciprocidad dinámica permanente. Entonces, en la educación
comunitaria la enseñanza no puede estar aislada de la naturaleza, sino más bien
debe enseñar, comprender y respetar las leyes naturales. (pág. 42)
Por otro lado,
el éxito de los planes, programas y proyectos destinados a mejorar el bienestar
de la población dependen de la participación activa de todos sus actores, pues,
los habitantes tienen valores, conocimientos, habilidades y actitudes que
pueden ser fortalecidas a partir de su incorporación en las actividades del
proyecto y las actividades curriculares de la escuela.
En la
actualidad, la participación de los padres de familia se limita a controlar el
rendimiento escolar del hijo, es decir, la
participación de los padres de familia en las actividades curriculares de la
escuela
posee una condición media que no alcanza la excelencia.
Por lo expuesto
anteriormente, se debe tender un puente entre el maestro, los padres y los estudiantes,
además de instituciones comprometidas a mejorar el bienestar de la comunidad,
por ejemplo, la policía, la universidad, los centros de salud, las
organizaciones ambientales, entre otros. Una forma de tender lazos entre la
escuela, la familia y la comunidad es que la escuela debe ser un espacio para
consensuar la mejora de diferentes
actividades económicas, sociales y culturales de la comunidad donde se
encuentra inserta.
Finalmente,
todos somos corresponsables de transmitir valores, conocimientos, habilidades y
actitudes a las futuras generaciones. En consecuencia, la escuela debe, a
través de los estudiantes, padres de familia, plantel docente y administrativo,
instituciones, incorporar gradualmente, y de manera participativa y
consensuada, innovaciones en el seno de las comunidades que busquen mejorar la
calidad de vida de sus habitantes. Asimismo, la escuela puede convertirse en un
instrumento estratégico para implementar iniciativas individuales y colectivas
que mejoren las condiciones de vida de las familias, ya que cuenta con todo el
potencial necesario para ese cometido, pues, llegan a ella niñas, niños,
adolescentes y jóvenes “delegados” de cada familia y, a través de ellos, se
puede alcanzar a los adultos.
Revisión bibliográfica
HUANACUNI Mamani, Fernando.
(2010). Buen Vivir / Vivir Bien: Filosofía, políticas, estrategias y experiencias
regionales andinas. Lima, Perú.
SALAZAR Mostajo, Carlos
(2006). Warisata Mía. El Alto, La Paz – Bolivia.
El cóndor Boliviano Editores.
(1992). La Taika, Teoría y Práctica de la Escuela
Ayllu. La Paz – Bolivia. Librería Editorial G.U.M.
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